MITCHELL JOHNSON Y ANDREW GOLDEN
Mitchell nació un 11 de agosto de 1984 en Spring Valley,
Minnesota (en USA). Andrew, su primo, nació un 25 de mayo de 1986 en Jonesboro,
Arkansas (en USA).
Jonesboro se caracteriza por ser una ciudad industrial
rodeada de actividad agrícola, por albergar la Universidad Estatal de Arkansas y por ser,
en líneas generales, una ciudad habitada por familias conservadoras y
religiosas. Sin embargo, lo último no ha bastado para que las armas y la
cacería sean algo muy habitual, al punto de que desde niños los hombres aprenden
a disparar. Este fue el caso de Andrew Golden, quien desde temprana edad se vio
influenciado por la pasión que su abuelo sentía por la cacería, una pasión tan
grande que le había llevado a construir, en un barranco cerca de su casa, un
mirador desde el cual se podía ver a los ciervos y dispararles fácilmente…
Según declaró tiempo después, a su nieto (Andrew) le habían empezado a comprar
armas automáticas “desde el primer día de nacido”, y la cacería de su primer
pato fue algo que lo enorgulleció profundamente.
Sin embargo, bajo la exposición temprana a la cacería se
estaba gestando una insensibilización hacia la muerte, y tiempo después se
habría de ver…
Delineando un plan para la operación
Junto a su primo Mitchell, Andrew veía películas de acción
por las tardes, comía golosinas y fantaseaba con un futuro de antihéroe
semejante al de aquellos que veía en las películas. Un día, mientras veían
Rambo, Mitchell le confesó que deseaba vengarse de Candace Porter, una
compañera de escuela que lo había rechazado sentimentalmente. Andrew, que
tampoco era un chico popular o alguien hábil con las chicas, vio en la causa de
Mitchell una forma de realizar, aunque sea indirectamente, su propia sed de
venganza. Así, desde ese día tomaron la costumbre de ver una película de acción
y, con el ejemplo del film, ensayar después, con sus trajes de camuflaje,
alguna estrategia de guerra.
No obstante no se quedaron en la fantasía, y poco después
fijaron una fecha para la operación, crearon una lista de objetivos y de
personas que matarían, y anotaron todo lo que requerirían para tener éxito en
la misión.
Mitchell, un perro que ladra y sí muerde
Era un lunes 23 de marzo de 1998 cuando Mitchell apareció,
cuchillo en mano, en la clase de Candace Porter. Según Amber McBroome, alumna
presente en el momento, ocurrió lo siguiente: “Candace le repitió a Mitchell
que no quería salir con él, y él la amenazó con un cuchillo. La profesora, la
señora Wright, intervino, y Mitchell apuntó el arma contra ella”.
No se sabe bien si después de eso suspendieron o no a
Mitchell, pero Jennifer Nightingale, una compañera de clase de Candace Porter,
habló con Mitchell poco antes de que éste y su primo realizaran la masacre.
Cuenta lo siguiente: “Me dijo que no nos veríamos más, porque dejaría la ciudad.
Pero que antes o después se vengaría: ninguna chica podía despreciarlo y quedar
impune”
El gran día de la venganza
El martes 24 de marzo de 1998, Mitchell faltó a la escuela
convenciendo a su madre de que le dolía el estómago. Luego de que ésta lo
dejara, él se reunió con su primo y ambos dieron inicio a lo que sería la más
cruenta cacería de sus vidas, una cacería en la que no matarían patos o
venados, sino humanos que, a juicio de ellos, merecían ser perforados por el
plomo…
Lo primero que hicieron fue ir con sigilo a la casa de Doug
Golden, el abuelo de Andrew. Ahí les aguardaba un hermoso arsenal, un menú
armamentístico del que podrían tomar alguna que otra belleza para liquidar al
enemigo. Al parecer no había nadie o casi nadie, porque rompieron el vidrio de
la puerta de entrada, Andrew metió el brazo para abrir la puerta, y guió a
Mitchell a través de aquella casa de ladrillo rojo a la que conocía como la
palma de su mano.
Tomaron cartuchos de encima del refrigerador, eligieron
armas de las paredes. Un Remington 30-06 para cazar ciervos estaba entre las
diez armas que tomaron; según dijo el abuelo de Andrew del Remington 30-60,
éste era tan bueno que “con un rifle que tiene esa visión, no hay que ser muy
inteligente para disparar”. Todo eso, junto a bolsas para dormir, víveres,
uniformes de camuflaje, botas, cuchillos, una ballesta, un machete y mallas de
cazador, fue metido en el coche Dodge gris 91 que Mitchell (él sabía conducir)
robó de su casa…
Poco antes de las ocho de la mañana, Mitchell estacionó el Dodge
en los bosques de alrededor de la escuela, aproximadamente a medio kilómetro de
la misma. Ya al mediodía, Andrew Golden (él había asistido a clase, era parte
del plan) pidió permiso para ir al baño y encendió la alarma de incendios, consiguiendo
que el alumnado entrara en proceso de evacuación mientras él corrió hacia una
parte de la zona boscosa que rodeaba la escuela. Ahí se reunió con su primo
(que estaba en su posición táctica), se puso el uniforme, tomó las armas y
ocupó su posición. El arsenal que manejaban era brutal: Andrew tenía unos 91
cartuchos útiles repartidos en los bolsillos de su chaqueta, un rifle calibre
30 y tres pistolas; Mitchell tenía el poderoso Remington 30-60, cuatro
pistolas, dos cuchillos y un número de cartuchos casi igual al de Andrew.
El tiempo fue excelentemente calculado y también los
movimientos de evacuación, de modo que en el momento previsto una avalancha de
alumnos apareció corriendo en dirección hacia la zona del bosque en que ellos
se hallaban. Lejos de perder la compostura, estos niños asesinos actuaron como
verdaderos expertos y, mientras aguardaban la salida de las personas-objetivos,
iban disparando únicamente a las mujeres. Gritos, detonaciones, caos, desorden;
sangre, , gente arrastrándose y pidiendo auxilio. Cinco muertos (todos de sexo
femenino) y once heridos fue el saldo de la sangrienta operación de venganza,
el número de blancos destruidos durante lo que para esos trastornados niños era
una misión parecida a la de sus personajes de cine y videojuegos…
En cuanto al objetivo principal de la misión, Candace
Porter, las cosas salieron mal (para ellos…) debido al inesperado acto de
heroísmo de Shannon Wright, una maestra de escuela con 32 años de edad y un embarazo
que no dudó en arriesgar, ya que rápidamente cubrió con su cuerpo a la pequeña
Candace Porter de doce años, salvándola pero recibiendo unas balas que no
estaban destinadas a ella.
Momentos después de iniciada la masacre, la Policía llegó y
los niños dejaron de disparar y se entregaron sin resistencia. Inicialmente
creyeron que la masacre fue principalmente hecha por un adulto (que
supuestamente habría escapado) y que los dos niños solo habían ayudado, pero se
quedaron desconcertados cuando constataron que en realidad esos dos pequeños
habían tenido la frialdad, la crueldad y la habilidad para realizar con éxito
una matanza de esas proporciones. Debieron tener en cuenta las amenazas de los
niños. Por ejemplo, posteriormente a la masacre, la alumna y sobreviviente Kara
Tate recuerda de Andrew: “Siempre decía que arreglaría las cuentas con todos y
que mataría a mucha gente. No pensé que hablara en serio. Andrew tenía un fusil
para cazar ciervos y presumía de ser un tirador experto. Cuando alguien lo hacía
enojar, amenazaba con dispararle.”
En cuanto a la condena, dictada en agosto de 1998, esta fue
que ambos debían permanecer en prisión hasta alcanzar los 21 años de edad.